Con este criterio se busca identificar prácticas en las cuales las instituciones demuestran cómo
desarrollan y acuerdan indicadores de rendimiento basados en las necesidades y expectativas de las
personas, para determinar el éxito del despliegue de su estrategia y políticas de apoyo. Además
demuestran cómo crean una cultura en la que se desarrolla y valora la dedicación, habilidades,
talento y creatividad de las personas; asegurando de esta manera el uso óptimo del conocimiento y
del potencial de las personas que la componen, tanto a nivel individual, como de equipos o de la
institución en su conjunto.